Los rituales de este día corresponden a las creencias que mantiene la gente del lugar acerca de la muerte y su significado, una mezcla de elementos católicos y paganos que se reconoce muy claramente como en ninguna otra fecha. El Día de las almas es un culto privado de los deudos y amigos del difunto que consideran que su alma los visita el mediodía del 1° de noviembre y se va el 2 a la misma hora.
El 2 de noviembre, las almas de los muertos visitan las moradas que usaron durante su estancia terrenal y la gente se prepara para agasajarlas de la mejor manera y fundamentalmente “darles de comer” y rezar por ellas. Por ello el día 1º, en todas las casas se hornean figurillas amasadas con harina llamadas “ofrendas”: angelitos, escaleras (para que el alma baje a comer y suba nuevamente al cielo), palomas, corazones, cruces y también todas las formas que representen lo que el muerto amó en su vida como un perro o tal vez una guitarra. Estas ofrendas se colocan en una mesa cubierta con un paño negro, junto con un recipiente con agua bendita, una vela encendida, un crucifijo, flores y las comidas y bebidas que prefería la persona fallecida para “convidar” al alma. También suele colgarse una tela negra o “luto” que también se usa en los velatorios. Sobre todo si se trata de alguien que murió recientemente, se piensa que el alma todavía no entró al cielo porque está purificando sus culpas y viene a visitar el mundo de los vivos. En estas familias los rituales se intensifican y las ofrendas son mucho más importantes y numerosas.
El 2 por la mañana se visita el cementerio, se realiza una misa allí y se colocan en las cruces de las tumbas, coronas de flores multicolores hechas de papel. Las familias de difuntos recientes barren la casa y levantan las flores para llevarlas también al cementerio y dejarlas allí. De regreso al hogar se levanta la mesa y reparten las ofrendas entre familiares y amigos de la casa. La celebración continúa hasta el anochecer.